No, no hablo de la gestión de Mauricio Macri, ni siquiera de los resultados del Kirchnerismo en Santa Cruz.
Las chicas que recorrían Villa Garibaldi, sobre la calle 7 y 630, en
las afueras de La Plata, eran seis y tenían entre 4 y 12 años. “Mi papá
es referente del barrio y me mandó a buscar alimentos y ropa con este
cuaderno. Acá anoto lo que nos entregan y también censamos a los vecinos
que están mal. Les tomamos el teléfono para llamarlos”, le explicó a
Página/12 una niña de 8 años, hija de un dirigente ligado a La Cámpora.
Eran las 18 y el pequeño grupo ya se dirigía a la organización
kirchnerista para dejar lo recolectado y salir por más.
En el camino se veían pocos almacenes abiertos y algunos
supermercados hacían esperar a la gente afuera, por lo que había que
hacer la cola para llevar alimentos y velas, si es que quedaban. Muchas
casaquintas continuaban anegadas por la subida de varios brazos del
arroyo El Pescado. “Nosotros nos levantamos con el arroyo adentro, la
casa de enfrente está peor. Le dijimos al vecino que haga unos
agujeritos en el muro para que el agua salga a la calle. Y ahí lo ves.
Todavía sigue drenando agua”, contó Gonzalo, quien junto a su pareja,
Selene, desinfectaba la casa antes de que cayera la noche y se acabara
la luz natural.
“Acá perdieron todos. Ricos y pobres. Quedamos destruidos”, dijo
Selene, en la puerta de su chalet, en 640 y 7. Sobre esta última calle
había dos cortes mantenidos por los vecinos en reclamo de energía
eléctrica. Alrededor de 200 mil personas estaban sin este servicio en La
Plata y sus alrededores. “La mayoría tiene bombeadores eléctricos, así
que sin luz no hay agua. Esto se puede poner peor”, dijo Gonzalo. Por la
ruta, esquivando los cortes, se veían las luces de varios patrulleros.
Los vecinos aguardaban al menos la llegada de camiones cisterna con
agua.
A los costados de la calle 640, que une Villa Garibaldi con Arana,
las banquinas estaban inundadas y los vecinos sorteaban los charcos en
bicicleta llevando bidones de agua y alimento. Más adelante, sobre la
avenida 137, una de las arterias de Los Hornos, el panorama era
desolador. Cientos de familias se reunían en las veredas, junto a los
muebles que habían logrado rescatar la noche anterior, y hacían fuego
para cocinar la cena bajo el cielo despejado. Los más afortunados tenían
garrafitas con hornallas y la preciada radio a pilas.
En los matorrales que preceden a la cárcel de Los Hornos, muchos
damnificados desecharon cocinas, heladeras y distintos muebles, además
de cientos de bolsas con residuos. Cuando se fue la luz natural se
levantaron algunos piquetes de la avenida 137, patrullada también por la
Gendarmería. En la zona del Cementerio de La Plata los semáforos
estaban apagados y el tránsito fluía con cierto nerviosismo ante la
posibilidad de nuevos cortes. “Abrimos hasta la medianoche, después no
pongo las manos en el fuego ni por mi vieja”, dijo un comerciante en 137
y 66.
Mientras se hacía la cena y nacían nuevos piquetes cerca del acceso a
la autopista La Plata-Buenos Aires, aumentaba la cantidad de móviles
policiales que se dirigían a Los Hornos, una zona tan castigada como
Tolosa, para evitar robos, saqueos u ocupaciones; también para constatar
la presencia o no de personas dentro de las viviendas afectadas. El
temor a que haya más gente fallecida seguía flotando en los barrios
alejados. Hoy llegarían los hospitales móviles prometidos por el
ministro de Salud, Alejandro Collia. Muchos vecinos temían trasladarse a
los centros médicos, en medio del apagón y la incertidumbre que genera.
Como dice el viejo dicho: "El que escupe para arriba..."
Por eso nunca hay que escupir para arriba y mas cuando se trata de la vida de las personas.
ENLACES/FUENTES:
http://kiosko.net/ar/2013-04-04/geo/Buenos_Aires_CF.html
http://kiosko.net/ar/2013-04-03/geo/Buenos_Aires_CF.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-217279-2013-04-04.html
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